¿De qué va la vida?

De qué va la vida?

Hace no mucho hice un cambio en mi vida, dejando la gran ciudad de México para adentrarme en un mundo tranquilo, rústico, "alejado de la civilización"… Cancún. Claro, no parece que este destino sea demasiado "rústico" pero cuando uno es tan citadino oriundo de la Condesa, cualquier cosa lo es.

En fin, cuando me sentía orgullosa de mi gran desapego, me encuentro a una persona cuyo lema es “vivo de la playa”. Mi cara de asombro no pudo dejar de notarse. Un hombre de arriba de 30, con tatuajes y la piel quemada por el sol, llevaba años viviendo de la playa. Muy temprano, de madrugada se mete al mar a buscar los tesoros que los turistas despistados e inexpertos han perdido entre las olas. Después de su respectivo mantenimiento y una cuidadosa limpieza, vende los tan presiados artículos sacándoles jugosa ganancia, pues cualquier peso que gane es ganancia cuando algo no te cuesta más que una desmañanada.

También come gratis en los hoteles, quizá mejor que yo, pues le da por ser "cubre turnos" de algunos guardavidas. Y si no ha más, se da el lujo de enseñar surf y ayudar al transplante de huevos de tortuga que, dicho sea de paso, fue donde lo conocí.

“¿Qué más necesito? ¿el cielo estrellado es mi techo y la fresca arena mi cama?... “ no tengo ningún jefe que me ordene y a nadie a quien rendirle cuentas"

Eso me hizo reflexionar en mi “libre” vida donde dependo de un empleo para satisfacer mis necesidades básicas que, ahora veo, no son tan básicas… Claro que me ofreció probar esa libertad de vivir y, no me atrevo. Pienso, “a mi edad? Y que tal si enfermo? Que tal que necesito…? Y no lo hice.

Como yo, muchas personas, sobre todo de las grandes ciudades, anhelan una vida tranquila, libre, sin jefes, siguiendo el propio horario, pero… no nos atrevemos a salir de nuestro conocido ambiente. Nos dejamos absorber por el trabajo, por la rutina diaria, por la necesidad de reconocimiento, por “trascender” a través del éxito laboral, trabajamos, trabajamos, trabajamos para tener unos días libres para poder dormir bajo las estrellas y tirarse en la arena al sol… las grandes paradojas del ser humano: queremos ser felices sin pagar el precio. ¿Pero cómo algo tan valioso como la felicidad tendría que ser barata? El precio es alto... DESAPEGO

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